01 de febrero del 2010
Rocainformativa.com
Lic. Carlos Rojas (Maestría en Seguridad y Defensa)
Lic. Carlos Rojas, candidatoa a regidor PRSC |
Santo Domingo, R. D.- De acuerdo con el presidente del Pontificio Consejo de Justicia y Paz, cardenal Renato Raffaele Martino, el atentar contra los recursos del medio ambiente es pecado grave y un insulto a DIOS, este es un llamado serio, no sólo de la iglesia, es un llamado a la conciencia de la humanidad. Los dominicanos debemos poner mayor atención a la protección de los recursos naturales, porque hasta ahora en nuestro país, es un aspecto de nuestra realidad, que tiene muchas fallas. Nuestros recursos naturales, no tienen autoridades que los defiendan, para muestra ahí están los casos de Gonzalo y el último caso, el ya archifamoso episodio de la barrí gold.
Ante éstos desatinos y pecados de la humanidad, debemos asumir como sociedad y como país posturas de clara conveniencia al interés nacional. Esta situación debe ser detenida de una vez y por siempre. Debemos mirarnos en el espejo de Haití. Nuestro país tiene una gran oportunidad, todavía estamos a tiempo.
La elaboración de un Plan Estratégico para la recuperación de Haití, deberá incluir, si éste a de ser oportuno y realista, el aspecto ecológico especialmente en lo que respecta a la reforestación. Recordemos que somos parte de una misma isla, lo que sucede allá repercute acá. La desertificación del hermano país, trae como cuestión natural, consecuencias para nosotros, no solamente en lo que respecta a la pobreza que engendra la migración ilegal masiva, también trae males y consecuencias ecológicas y naturales.
La República Dominicana debe asumir en este aspecto, como lo ha realizado en otros, con respecto a la cuestión haitiana, un claro protagonismo. Pero así como hablamos de un plan estratégico para recuperar a nuestra hermana nación, debemos realizar un plan estratégico de forestación y reconstrucción de la zona fronteriza, plan que debe ir acompañado de las acciones sociales que permitan a la población incorporarse de manera activa y consciente.
Los pueblos fronterizos de nuestra nación, no sólo comparten la proximidad con el pueblo haitiano, viven compartiendo casi la misma pobreza. La solidaridad, debe ser constante y no coyuntural. Debemos crear de ahora en adelante un nuevo espacio de desarrollo comercial, y ecológico de toda la zona fronteriza, que se conjugue con un desarrollo sostenible. Debemos saber que únicamente con una verdadera política de recuperación de nuestra zona fronteriza, podremos aportar al desarrollo de esa región, y contribuir de manera decisiva con la reducción de la migración de nuestros campesinos, y un mejor control de la migración haitiana, enfoque que tiene que ser capital en la confección de todo plan que quiera amortiguar el impacto negativo que ésta ejerce contra la economía nacional, amén de las repercusiones en el marco de los social y cultural.
En la zona fronteriza, la tasa del desempleo no puede ser mayor y las oportunidades son mínimas. Los más afectados son los jóvenes los cuales se ven obligado a dejar los estudios y dedicarse al mercado informal, y en el peor de los casos tienen que apelar a estar en los negocios del narcotráfico, el contrabando y otras actividades ilícitas. Hay que establecer políticas definidas, para ir en ayuda de los desposeídos, que viven en otra “república”, diferente a la que vivimos en las grandes ciudades como Santo Domingo y Santiago.
La propuesta que reclamamos, debe ser un aporte a nuestra nación y al mismo vecino que ha visto ya la furia del descuido al medio ambiente, la tierra nos ha puesto en alerta, la hemos humillado y vejado; por lo tanto necesitamos en estos momentos, trabajar de manera continua y coordinada, en aras de rescatar dicha región.
El plan que esbozamos, deberá contemplar aspectos fundamentales, a corto, mediano y largo plazo, y abarcar programas sostenibles. La frontera, no es el lugar donde termina La Patria, es la fragua donde se inicia el sacrosanto principio de la dominicanidad.
Salvemos los pueblos fronterizos, para salvar la nación.
En la hora aciaga por la que atraviesa el hermano pueblo haitiano, exige de nosotros solidaridad; pero debemos saber que la pobreza de nuestra zona fronteriza, corre pareja con la de la hermana nación, nuestra población fronteriza, si no se alimenta de galletas de tierra, como los haitianos, poco les falta. Que continúe la solidaridad; pero que esta sea no sólo para los haitianos sino también con los dominicanos, que han sufrido durante décadas de abandono y el flagelo de la marginalidad.
La comunidad internacional debe saber, que la tragedia de aquel país, sólo es una voz del cielo que le avisó, y le dijo: “Basta ya, de darle las espaldas a un pueblo que muere ante la mirada irresponsable e indiferente de todos”. No abandonemos a Haití. No agotemos la solidaridad. Apelemos a lo más profundo de nuestras buenas intenciones, y que esta acción no sea pasajera, ni sólo una moda, sino que se constituya en una costumbre de nuestras vidas cotidianas.
Si construimos un Haití y una frontera reforestada tendremos más estabilidad y estaremos cumpliendo con nuestro deber de no agresión al medio ambiente, nuestro Señor Dios nos ha dado otra oportunidad para que seamos más humanos y respetemos nuestra casa grande que es el planeta tierra, desde República Dominicana y de Haití tendremos el compromiso de recuperar lo que le hemos quitado a nuestro suelo. Construyamos, pero respetemos el medio ambiente, que esta desgracia nos sirva de lección y podamos hacer lo que no hicimos antes. La solidaridad estará en nuestros corazones, no será una moda; sino una costumbre, los dominicanos sí podemos hacer un cambio verdadero, aquí y ahora, todos juntos gobernantes y gobernados.