Creo que ante los casos de pederastia la intención del papa es incitar a la piedad hacia los victimarios, sin dejar de condenar el pecado cometido.
Por el Dr. Jorge Ronaldo Díaz González
Rocainformativa.com
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Acabo de enterarme que el papa Benedicto XVI pidió ayer a los fieles que sean «intransigentes» con el pecado, pero «indulgentes» con las personas, durante la oración del Ángelus que celebra cada domingo asomado a la Plaza de San Pedro desde la ventana de su residencia.
“Refiere el papa que el Evangelio habla de la adúltera apedreada por el pueblo y que Jesucristo pronunció la frase: «El que esté libre de pecado que lance la primera piedra».”
Dijo que «Tenemos que aprender a ser intransigentes con el pecado, comenzando por los nuestros, e indulgentes con las personas», añadió Joseph Ratzinger, que invitó a los fieles a «aprender de Jesús y no juzgar y condenar al prójimo».
Alguien dijo que citar fuera de contexto es un pretexto, por lo que me permito opinar sobre el tema en base a mis modestos conocimientos del cristianismo.
Cuando el papa habla de ser indulgentes con las personas ¿se está refiriendo a que debemos desdeñar esa conducta muy frecuente entre los seres humanos, de reír y gozar ante la desgracia y el pecado ajeno?
Creo que ante los casos de pederastia la intención del papa es incitar a la piedad hacia los victimarios, sin dejar de condenar el pecado cometido.
Pero la expresión de Jesús utilizada por el papa ciertamente condena el hecho de disfrutar con perversa morbosidad y ausencia de caridad el infortunio de nuestro prójimo. ¿Por qué tener la perversa actitud de reírnos ante la desgracia ajena? Eso no es ciertamente de buenos cristianos.
Podríamos parafrasear a la Madre Teresa cuando decía que: “Para amar la libertad hay que haberla perdido” Nosotros decimos: Para amar la caridad hay que haberla necesitado en algún momento de nuestra vida. Y la iglesia católica la necesita en estos momentos.
Es indudable claro está que la caridad nos engrandece y la falta de ella nos envilece.
Sin embargo no debemos ver la cita del papa fuera de contexto como ha sido citada por él a mí entender.
Jesús, cuando dijo: “No juzguéis para que no seáis juzgados, porque con la misma vara que midiereis con ella misma os volverán a medir” no ha querido prohibir el juzgamiento de los demás ni abolir los tribunales, sino que su predicamento va orientado a condenar que ese juzgamiento se haga al estilo de los fariseos, con injusticia e hipocresía. A la vez es un consejo que nos advierte el hecho de que con la misma vara que midamos con esa misma nos medirán, que es algo parecido a decir: Cuida que tus palabras sean dulces por si algún día tienes que tragártelas.
Si bien juzgar a los demás es una forma de advertir las eventuales inconductas de nuestro prójimo, y a la vez un mecanismo de defensa, en Éxodo 23:7 y 8 la Biblia nos aconseja: “De palabra de mentira te alejarás, y no matarás ni juzgarás al inocente; porque yo no justificaré al impío. No recibirás obsequios; porque el obsequio ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos.
En Levítico 19:15:16 la esencia del pensamiento cristiano se aclara aún más cuando nos dice: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo. No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo.”
Como se ve, más que prohibir el juzgar a los demás lo que Jesús pretende proscribir es la injusticia, o bien, el señalar las faltas ajenas para encubrir las nuestras.
Lo que lamento es que esa indulgencia se proclame cuando la iglesia católica la necesita desesperadamente, a raíz de los escándalos recientes que la involucran. Que no se haya canalizado hace tiempo esa misma indulgencia en favor de los pueblos del mundo me enferma, pues el mayor pecado nuestro ha sido poner en manos de los impíos la dirección de la cosa pública.
Lamento también que tenemos años clamando al cielo por la indulgencia divina ante los impíos que nos agobian, y ni sus clérigos intermediarios en la tierra escuchan nuestros ruegos, ni Dios tampoco atiende nuestros reclamos, pese al hecho de que con inusitada frecuencia sus interlocutores aquí en la tierra andan de la mano con esos impíos que nos gobiernan.
Ahí coincido con el papa. A esos impíos hay que juzgarles sus pecados con intransigencia.
En lo personal está bien que seamos indulgentes, pero en la medida en que ellos resarzan el daño causado, pues recordemos que la Biblia dice:
“No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande”, lo que no implica dejar al impío su botín o el producto de éste.
Santo Domingo, R. D.
El autor es abogado