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Santo Domingo

Un juego perfecto que nunca sucedió

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Por el Dr. Jorge Ronaldo Díaz González

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 Dr. Jorge Ronaldo Díaz

Parece mentira que en un mundo donde la tecnología permite constatar la existencia de un error grave, por ejemplo en el béisbol, las decisiones más importantes de un árbitro sean inapelables.

Es la continuidad del absurdo que asoma en la humanidad desde que el mundo es mundo, sin que nadie quiera enmendar el error en la regla.

El comentario viene a propósito de una noticia que leí recientemente, la cual decía así:

“Armando Galarraga venezolano de los Tigres de Detroit, quedó estupefacto, Miguel Cabrera no lo podía creer, en la tribuna del Comerica Park 17,738 fans abucheaban impotentes y otros miles observaban incrédulos por TV: un infortunado fallo arbitral robó al pitcher cumanés en menos de un segundo la conquista de la inmortalidad. ¡Adiós al juego perfecto!

Y es que Galarraga hizo anoche méritos suficientes para completar el primer juego perfecto de un pitcher venezolano y el número 21 en los anales de las Grandes Ligas, pero una errada sentencia del umpire de primera base, Jim Joyce, cambió el out 27 por un fatídico hit que invadió de vergüenza hasta al mismísimo corredor que llegó a salvo a la inicial.

Es la peor decisión de la historia del béisbol, se atrevió a declarar el analista de ESPN, Tim Kurkiian, mientras que el manager de los Tigres, Jim Leyland dijo que «el juego fue perfecto y siempre lo será».

Se jugaba el noveno acto y había dos outs. Galarraga venía «armando» su camino hacia la gloria y sólo le faltaba retirar a un oponente para completar la hazaña. Pero llegó el nefasto instante que permanecerá eternamente en su memoria y en la de toda la afición.

El bateador de los Indios, Jason Donald, conectó un manso rolling a la inicial que tomó Miguel Cabrera. Galarraga hizo la asistencia en la inicial y el disparo llegó a tiempo, pero Joyce decretó un «quieto» que nunca existió. «Por mi culpa ese muchacho no logró un juego perfecto. Yo estaba convencido de que el corredor le había ganado al disparo hasta que vi la repetición. Fue la decisión más importante de mi carrera», confesó el arbitro tras el partido.”

Increíble que aún el árbitro reconozca su yerro, la cuestión no se pueda enmendar.

No soy ni fanático ni experto en asuntos deportivos pero suponía que el árbitro vigila que se cumplan las reglas del juego. La precitada noticia movió mi curiosidad y decidí consultar las REGLAS BÁSICAS DEL BÉISBOL y encontré que allí dice: “Un jugador Bateador es eliminado (Strike-out) cuando viola alguna regla y el arbitro decide eliminarlo. “Un Bateador es eliminado o (“Strike-out”), por ejemplo, cuando el defensa toca la primera base con la pelota en su poder antes de que el bateador llegue a pisarla.”

En esas reglas no encontré las palabras: apelación, error, equivocación ni rectificación.

En un REGLAMENTO DE RÉGIMEN INTERNO DE ÁRBITROS DE BÉISBOL Y SÓFBALL tampoco aparecen tales palabras.

Una cosa es indiscutible: en béisbol no existen reglas que consagren el derecho de defensa. Tal parece que allí el error llega para quedarse. Y todo viene a cuentas porque en la política y en el derecho existen vías de recursos para impugnar la decisión de un juez que no se comparte; aunque al igual que con la decisión del árbitro Jim Joyce, nuestros tribunales no han dejado nunca de tener sus fallos históricos.

Ahora entiendo como un ciudadano dominicano se ha entronizado (o eternizado) en la LIGA DE BEISBOL, llegando a realizar jugosos negocios, auspiciado por una mafia de “honorables” e intocables corruptos. Ese sujeto que al parecer se las sabe todas, ahora goza de una lujosa pensión del Estado Dominicano, la cual constituye una vergüenza nacional, pero que al parecer a nadie parece importarle; aunque existan venerables maestros cobrando una mísera pensión de no más de cinco mil pesos.

En nuestro país, la justicia si bien no cobra una franquicia por debajo de la mesa, también tiene a sus preferidos bien ubicados en puestos y salarios, y tapa sus inmundicias complaciendo de vez en cuando a la prensa con una decisión al estilo de la del árbitro Jim Joyce, que vence pero no convence.

Hasta que esas prácticas corruptas no se disminuyan estaremos sumidos en ese lodo putrefacto del narcotráfico y el clientelismo, preguntándonos por qué las cosas van de mal en peor, como si no fuera de locos hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos.

Santo Domingo, R. D.-

El autor es Abogado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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