Por Daniel De Los Santos Bautista
Violencia es la manera de actuar contra el natural modo de proceder, haciendo uso excesivo de la fuerza. También es la acción injusta con que se ofende o perjudica a alguien. Es coerción física ejercida contra una persona para viciar su voluntad y obligarla a ejercer un acto determinado.
A mi entender la violencia es intrínseca a los seres vivos, pero de
forma consciente es parte activa de los seres humanos y sus instituciones en el devenir del tiempo y su historia. Sin justificarla, significo que la violencia tiene su base histórica. No apareció como un intruso en medio de la fiesta de la vida, marcha con ella casi aparejada. Ella es parte de la conformación social, política y económica de los pueblos y civilizaciones en diversos periodos y edades.
Hoy destaca por ser difundida en grado superlativo por los medios de comunicación masivos. ¡Qué bueno y provechoso que es así!, pues las sociedades se abocan ampliamente e encontrar soluciones rápidas y reales a ese flagelo que nos consume y destruye.
Un apéndice de la violencia que más palpita en nuestra vida cotidiana es la violencia de género. En nuestro país se expresa más en la vorágine de muertes de nuestras mujeres, cual si fueran moscas rociadas por un insecticida, caen abatidas inmisericordemente cientos de mujeres, cuyo mayor pecado es haber nacido hembras en un medio social donde predomina el machismo perverso y muy cruel e inconsciente. La ideología dominante es la responsable de esta orgía de sangre y muerte, que parece no alcanzar su fin.
El Estado, sus instituciones y los soportes represivos que la sostienen sólo aparentan en un esfuerzo inútil por tenderles valladares que nada consiguen en su vano afán.
La violencia contra las mujeres, como parte del drama social vigente en nuestro país, no es cosa de ahora, incluso como política de Estado.
¿Acaso no recordamos el más atroz de los actos de violencia estatal en contra de estos sublimes y espectaculares seres, las mujeres?
El 25 de noviembre de 1960, a la altura del Puente Marapica, fueron hechas prisioneras tres diamantes bien elaborados, representantes genuinas del género femenino dominicano, conducidas a la cumbre en una casa de las usadas por el sátrapa del país, para llevar a cabo todo tipo de exterminio y depredación.
Ya dentro de dicha mansión fueron apaleadas y estranguladas hasta sus últimos alientos de vida. Estas chicas respondían a los nombres de Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.
Pero Dios no come corazones sino malas intenciones. Con su asesinato se inicia el fin de la más cruel, sanguinaria y violenta dictadura de América y el país.
Corrió como pólvora la noticia de sus muertes. El hecho conmocionó la conciencia nacional. Se podía escuchar el lamento de padres y madres del país, “contra las mujeres no”, en clara referencia a que no se iba a permitir que Trujillo y sus huestes masacraran a las jóvenes del país.
Pasados seis meses y seis días, un complot organizado por sujetos cercanos al perínclito de San Cristóbal, dieron término a sus días, el 30 de mayo de 1961, en la hoy Autopista que lleva por nombre esa fecha.
Prof. Daniel De Los Santos Bautista
Santo Domingo Este, Rep. Dom.
Fuentes:
Historia Crítica Dominicana
Juan F. Martínez
Compendio de Historia de S. D
Jacinto J. Bernart