Los hijos no aquilatamos a saber cuánto es ese amor. Sin darnos cuenta las madres nos van llenando el alma de su amor; sólo sabemos de qué dimensión es, cuando se produce su fallecimiento, porque entonces, de inmediato se nos VACÍA EL ALMA, como cuando un tubo plástico está lleno de aire y recibe un pinchazo; es tan grade el vacío, que nadie lo puede llenar.
Desde el momento de la muerte hasta su sepultura, es sumamente importante no estar solo, es importante la compañía y la solidaridad para el consuelo.
Mi madre Juana Socorro falleció y no pudo evitar dejarme el alma destrozada. Gracias a todos los amigos y amigas, allegados y relacionados, que aliviaron mi tristeza, con su presencia, así también a los que me llamaron o me escribieron.
Mil gracias,
Ramón Cabrera