En el otrora Partido de la Liberación Dominicana - el del Profesor Juan Bosch-, la crítica y la autocrítica eran imperativas. Todos los miembros de ese partido estaban llamados a practicarlas permanentemente. Pero lamentablemente, desde hace un tiempo considerable, ese valioso instrumento de evaluación y autoevaluación, desapareció del espacio morado como por arte de birlibirloque.
Ya la generalidad, para no decir la totalidad de los discípulos y pseudodiscípulos del Profesor Bosch, no sólo son incapaces de autocriticarse, sino que son sumamente intolerantes ante las críticas constructivas de sus compañeros. Basta hacer una sola crítica a un compañero, para que éste se constituya en injustificado enemigo eterno de quien incurra en tal osadía, aunque se trate de una crítica constructiva. Ante ese nivel de inexplicable intolerancia, es normal que los militantes hayan renunciado a su legítimo derecho y mandato estatutario, para evitar eternas enemistades e injustificadas malquerencias de sus compañeros.
Pero la Senadora Cristina Lizardo, es una de las excepciones, ella no teme autoevaluarse. Es por eso que en estas navidades - cuando el momento es propicio para la reflexión, para la introspección, para crecer, mejorar y dar más de sí-, Cristina hace una inteligente pausa en su ardua labor legislativa y comunitaria, para mirar hacia su interior, lo que habla muy bien de ella, ya que la autoevaluación personal es propia de aquellas personas que cada día se esfuerzan por crecer, ser mejores seres humanos y dar lo mejor de sí a su familia, a su prójimo, a su gente, a la sociedad y a la humanidad.
Cristina, tampoco teme a que los demás la evalúen y la critiquen. Es por eso que a pesar de ser conocedora de que no es moneda de oro ni papel moneda para gustarle a todo el mundo - como tampoco Jesús le gustó a todo el mundo-, tiene el exótico coraje y valentía de someterse al juicio crítico e implacable fuego que puede representar someterse a la crítica de los demás.
Con una breve, directa y categórica interrogante, Cristina pide a sus amigos, relacionados, allegados y conocidos, que la evaluemos como ser humano, como servidora pública y comunitaria. “¿Cómo me percibes?”, pregunta.
Y yo le respondo con la honestidad que me caracteriza. Querida compañera Cristina Lizardo, la percibo como una noble, valiente y luchadora dama, de excelentes y extraordinarias condiciones humanas.
La percibo como inagotable fuente, cascada y manantial de amor, piedad y compasión, que destila abundante y medicinal alegría para el alma, capaz de curar la aflicción de quienes la rodean.
La percibo como una sensible dama, digna servidora pública, genuina representante de su país, de los niños, mujeres, jóvenes y envejecientes.
La percibo como una excelente maestra que lucha incansablemente por liberar a nuestro pueblo del analfabetismo; como una sabía consejera y orientadora, de mayúscula inteligencia y dominio emocional, humilde, paciente y tolerante, que ama a la gente, especialmente a la más débil y vulnerable.
También la percibo como un valioso y encantador ser humano, que goza del respeto y consideración de un gran pueblo que la ama. Como una mujer íntegra, honesta, intachable, aplicada, disciplinada, optimista, fuerte, leal, fiel amante y promotora de la paz y de la unidad familiar.
Santo Domingo Este, R. Dom.