Carisma y bajo rechazo son sólo dos, pero también le debe adornar la capacidad profesional, técnica y política que le permita razonar sobre aspectos del accionar en el diario vivir. A esto se le suma que debe ser paciente y mesurado sin dar a notar desesperación ni perturbación al momento de participar o dirigir eventos. Siempre es menester demostrar capacidad de expresión, con un lenguaje sencillo y que conoce o domina un amplio léxico, sin alardear de erudito.
Tiene “aureola” de méritos o virtudes y una “empatía” de identificación mental, afectiva y de intereses con la población que le sigue, y hasta con los más distantes. Producto de su correcta acción se agencia líderes regionales y locales con cualidades y virtudes que le sumen. Es contraproducente que sus líderes locales le resten, por lo que seguidores, sin importar el poder de que disponen son amigables; en el fondo de los objetivos, son atractivos a la población.
Por igual, sus dirigentes locales, deben tener baja tasa de rechazo, son tolerantes, escuchan y permiten fluir las opiniones de otros, aunque tengan diferencias formales; donde sus mediáticos acepten la visión ajena, para sumarle ideas, opiniones y votantes. La arrogancia y la prepotencia nunca encuentran asiento en la “silla turca” de su archivo mental ni en la “caja de herramientas” de la acción diaria del candidato y sus líderes de segunda, tercera y cuarta categorías.
El mejor candidato en sí, y con sus líderes y dirigentes locales, expresan siempre la verdad. Al respecto tengo “un máster” ya que por varios años, y hasta diciembre pasado, a diario leía la frase: “Si la falta más grave que puede cometerse en la actividad política es la traición, la que le sigue es decir mentira”, Juan Bosch, 26/feb./1985. El mejor candidato en su propia persona, con su carisma, su aureola, su empatía, y con sus líderes y dirigentes locales, plantea sin arrogancia promesas alcanzables, objetivas y verdaderas.
Santo Domingo Este, R. D.-